viernes, 8 de mayo de 2015

Inteligencia Espiritual


La palabra espiritualidad ha sido usada con tanta profusión y generalmente tan a destiempo, que ha perdido gran parte de su fuerza y su significado, en especial, para las nuevas generaciones.

Es fácil, confundir espiritualidad con pertenecer a sectas o grupos jerarquizados rígidamente en forma piramidal, con religiones dogmáticas, con la práctica de actos  aparentemente bondadosos que, en ocasiones, llevan a la aceptación pasiva y callada de hechos injustos, que en nombre de extraños valores, no hacen sino aumentar la injusticia y la impunidad de quienes los propician.

La espiritualidad tiene que ser inteligente, la mente tiene que comprender para aceptar libremente y no puede someterse pasivamente a dogmas o sistemas que rechaza la razón.

Por mucho que la ciencia se empeñe en no aceptar sino aquello que puede pesar y medir, por mucho empeño que tenga en negar la existencia del espíritu, en cada ser humano existe un sentido de su propia trascendencia que no puede encubrirse.

Si ese sentido de la trascendencia personal no es encauzado inteligentemente, los constructores de absurdos, pronto se encargarán de acoplarle a algún método religioso o sectario, cuya exigencia constituirá  la obnubilación de la razón  y renuncia a su individualidad para formar parte de una masa sin criterio, bien mediante celestiales promesas infantiles o por medio de perversas amenazas para después de la muerte.
Así puede explicarse la increíble paradoja de científicos dotados de extraordinaria inteligencia, formando parte del colectivo de fieles de religiones o sectas cuya filosofía solo puede ser calificada de absurda, incluso de irracional.
En otros casos, la prepotencia de la ciencia atea amputará de raíz cualquier idea trascendente, transformando al individuo en un pobre esclavo de la muerte y la nada.

La idea que tienen los seres humanos sobre Dios, no nos atreveríamos a tenerla ni sobre nuestro peor enemigo, ni por supuesto sobre ninguna persona a la que de verdad queramos. Como podemos suponer, que el Creador de este universo, pueda tener un tiempo y un lugar eternos dedicados exclusivamente a deleitar o hacer sufrir a las personas, y en muchas ocasiones tan solo por haber actuado de forma natural, de acuerdo a sus propios y personales principios.

La inteligencia espiritual se basa exclusivamente es escuchar a tu propio corazón, a tu propia mente, al poder del espíritu que brilla en ti.
Te darás cuenta de que en este universo la vida parece no tener mucho valor, el sistema de supervivencia de los individuos y de las especies se basa en “literalmente”, comerse al otro.

Puedes deducir que sin el espíritu la vida no sería posible, la máquina de vivir que llamamos cuerpo necesita de “algo” que la permita funcionar, algo más allá de conexiones neuronales o mecanismos biológicos. Podemos seguir deduciendo que el espíritu ES quien habita en cada cuerpo de cada ser vivo, incluso en cada átomo de la aparente materia inerte. Y entonces que importancia puede tener para el espíritu que es inmortal y creador, el hecho de perder un cuerpo físico, al que puede sustituir con total facilidad.
Sólo así se comprende tanto la muerte, como el nacimiento.

Cada ser vivo es realmente un mundo diferente, no es igual el espíritu mirando desde los ojos de una hormiga, que desde los de un pez, desde los de un niño o los de un anciano. No es lo mismo ver lo que sucede en el norte que lo que pasa en el sur, en el este o en el oeste. Cada acción determina un nuevo espacio-tiempo, de hecho cada individuo por decirlo de alguna manera, determina, su propio y personal universo, escogiendo entre ilimitadas posibilidades, aquel que comprende. El espíritu en su infinitud “juega” en lo limitado, creando tantos universos como unidades de conciencia, pues uno y otro son inseparables.

En qué consiste la práctica de la Inteligencia Espiritual, consiste en saber que tu propio y verdadero SER es inmortal, que a través de tu personalidad crea tu mundo que es también su mundo.
Consiste en escoger los mejores universos, que no son los más complicados y competitivos, sino aquellos que proporcionan más paz interior.
Consiste en no tener miedo, pues estas en buenas manos, en las mejores.
Consiste en sentirte alegre, porque el espíritu infinito actúa en y a través de ti, porque así lo desea, y sin duda saber esto es un motivo de extraordinaria alegría.
Consiste en saber que en el océano del tiempo, todo es transitorio, inevitablemente cambiante, y que querer detener lo que hay que dejar partir, y empujar lo que todavía no se debe abandonar, es un gasto inútil de energía.
Consiste en saber ver, en aceptar el juego de la vida, y aprender a ver en el brillo de todos los ojos, la sonrisa de dios.
Consiste en saber que la muerte es tan solo un cambio, y que el nacimiento es igualmente solo un cambio.
Consiste en saber que ni eres de nadie, ni nadie te pertenece.

Las cosas solo existen mientras nuestra conciencia las aprecia, tienen el valor y la importancia que nuestra mente les otorga, todas son manifestaciones transitorias y cambiantes, apegarse a ellas no alargará la duración de su existencia, ni nuestro tiempo de su percepción. Amar la esencia de las cosas es permitir que puedan mostrarse de forma distinta, renovada, al igual que el rosal renueva cada año la belleza de sus flores.

Piensa que todo es uno, que todo está unido y perfectamente conectado, pero cada conexión se realiza en su espacio correspondiente. El espíritu no necesita estar conectado con nada, porque desde él, todo es él. La mente personal está conectada con todas las mentes individuales, sean éstas las de los arcángeles, las de los seres humanos o las de las mariposas. Los sentimientos están todos unidos en el plano propio de los sentimientos, y los cuerpos físicos lo están el plano material, en nuestro caso, compartiendo el tiempo y el espacio de la tierra.

La espiritualidad es pura física aplicada a lo trascendente, imagina un vaso en el que se hayan depositado diferentes líquidos. Los más densos se situarán en la parte inferior, y los menos densos arriba, de entre todos ellos el más sutil, se encontrará justo en la superficie y desde ella, su mínima densidad, su volatilidad, le permitirá evaporarse, es decir pasar a otra condición absolutamente diferente y mucho más libre de la materia.

Con las personas sucede lo mismo, aquellas que se mueven en la virtud, en la bondad, en la solidaridad, en el amor, van elevando sus “vibraciones”, alejándose de los valores primitivos de las escalas humanas y acercándose a las que forman parte de la esfera de los dioses, de los espíritus inmortales, los seres perfectos que no precisan de ningún cuerpo denso para existir en la grandeza, en la belleza y  en la dicha infinita.
  
Consiste en saber que Dios está en ti y tú en él, ahora y siempre.

Así pues, ¿qué es la inteligencia espiritual? Pensar que Dios es perfecto, por eso, cuanto mejor hagas las cosas más poder divino expresarás.

©José Antonio Portela (Artículo publicado el 14 de Abril del 2006, www.portelatarot.com)


No hay comentarios:

Publicar un comentario